viernes, 14 de junio de 2013

Odiseas

Sacadas del contexto íntimo de la clase particular e individual, donde partimos sin programa a la aventura colaborativa, he aquí una muestra aleatoria de palabras que he tratado de enseñar esta semana: pan, proveedor, por favor, mujer, helado, bochorno, entrevista, cuándo.  ¿Cómo decidir cuáles son las que necesita mi aprendiente? Demasiada responsabilidad construir el universo léxico de esa especie de tabula rasa que me mira demandante de información. Trato de “enseñar a aprender”, como dicen las consignas de moda, pero me cuesta obviar el rol del guía en todo esto.

No creo en la mano inocente, sino más bien en que elegimos las etapas de su viaje sobre el mapa y que el trayecto no puede ser el mismo si pasamos por “elefante” que si nos paramos en “ornitorrinco”. Al final, el camino no depende tanto del punto de destino y, según lo que veo, los hay que resbalan por un terraplén academicista, otros toman el desvío de la autocomplacencia temática y también hay una corriente “buenista” cuyos gurús se dedican más a la psicología barata o la doctrina espiritual que a la lengua.

He aprendido que damos herramientas que quizá nunca saquen del bolsillo y nos guardamos otras porque tenemos que elegir. Porque elegimos continuamente y censuramos y nos autocensuramos y seleccionamos su utillaje. Lo que me ha provocado esta reflexión es el léxico, pero podría aplicar el mismo cuento a la gramática, la prosodia o la semántica.

¡Qué obligación moral prepararse para tamaña Odisea!
 

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