lunes, 15 de julio de 2013

Abordajes


Piratas de la (de)formación. Funcionan como una aduana. ¿Se puede tasar el conocimiento? No sé qué voy a recibir a cambio de mi oro pero no me queda otra salida que confiar. A veces me cargan la bodega con piedras que ralentizan mi navegación y otras me encuentro con la estafa del vacío. A lo mejor, me proporcionan un parche para la vela o un remo, impar, del que tengo que tallar su equilibrio con la consecuente amputación.


Se me dan mapas incompletos y la travesía se salpica de incertidumbres profundas. Ya estoy en alta mar, sin posibilidad de regreso porque el líquido tiempo se ha secado tras de mí. No puedo ciar. Hay desierto detrás y tormenta delante. Adelante.

Tendré un salvoconducto si sé comerciar con las piedras y los parches. Podré aspirar a detenerme en ciertos puertos e incluso, quizá, pisar tierra. Pero mi barco lo he construido yo. Acepto su madera podrida, su lino en jirones, su carácter imperfecto. Esta embarcación transporta mercancía valiosa y mi voluntad es llevarla a destinos donde resulte fértil.

Imposible saber si colmaré mi ambición. Por el camino doy todo lo que puedo de aquello que no me resta significado. No sé qué voy a obtener, pero confío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Y tú qué respiras?